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Rusofobia es inmoral e injustificable, señala experta de la UNAM

En días recientes, a consecuencia de la operación militar de Rusia en Ucrania, se desató, especialmente en Estados Unidos, Canadá y los países de la Unión Europea, un rechazo de todo aquello que sea ruso o tenga raíces rusas.

La situación ha llegado a extremos tan absurdos y ridículos que las autoridades de la Universidad Bicocca, en Milán, Italia, prohibieron a un profesor dar un curso sobre Fiódor Dostoyevski, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, fallecido hace más de 140 años. Al final, ante el escándalo que se ha suscitado, la universidad tuvo que dar marcha atrás.

Otro ejemplo de este sentimiento antirruso es el del famoso director de orquesta Valery Gergiev, quien primero debió renunciar por presiones a su puesto de director musical del Festival de Verbier, en Suiza, y al cabo de unos días fue cesado como director titular de la Orquesta Filarmónica de Múnich.

“Esta rusofobia, surgida después de que varios países occidentales impusieron a Rusia las primeras sanciones económicas, es inmoral e injustificable; no hay ninguna prueba de que la totalidad de los rusos esté respaldando las acciones militares del gobierno de Putin en contra de Ucrania. Resulta irracional que el pueblo ruso sea víctima de esta discriminación que se está dando en todos los ámbitos: académico, artístico, científico, deportivo”, señaló Talya Iscan, docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y experta en seguridad internacional.

Peligrosa

Para Iscan, el surgimiento de este sentimiento antirruso representa también un fenómeno arcaico y, sobre todo, peligroso para los mismos países occidentales, ya que puede propiciar un nacionalismo más exacerbado en Rusia y un apoyo más resuelto de la población de este país a la operación militar que el gobierno de Putin está realizando en Ucrania.

“Hasta cierto punto se entiende que, para presionar al gobierno de Putin, Estados Unidos, Canadá y los países de la Unión Europea hayan desencadenado una guerra comercial en contra de Rusia. Sin embargo, no hay ninguna razón para presionar al pueblo ruso. Se puede generar un desbalance en los asuntos domésticos de un país, pero no discriminar a sus ciudadanos y quitarles la oportunidad de trabajar, de desarrollarse en un mundo globalizado como el nuestro”, dijo.

Y añadió: “En cuanto a los académicos, artistas, científicos y atletas rusos que durante años han hecho valiosas aportaciones en sus respectivos campos de acción, es inaceptable desacreditarlos y quitarles sus derechos. Esta rusofobia, que está afectando a personas inocentes que no tienen nada que ver con las decisiones tomadas por los políticos, implica un acto de agresión muy fuerte que no se olvidará con facilidad”.

Rosofobia es contagiosa

En opinión de la investigadora, independientemente de que se tome partido por uno de los dos bandos en conflicto, no se puede satanizar a los integrantes de una población por su nacionalidad, su idioma o su apariencia física.

“Esto está en desacuerdo con los principios humanistas. Todos aquellos que afirman estar conmovidos con la tragedia de la población ucraniana, y se asumen como rusofóbicos; ya perdieron su credibilidad porque adoptaron un discurso de discriminación injustificable”, añadió.

Y complementó: “Y lo peor de todo es que, como cualquier otro discurso de discriminación (racial, sexual, etcétera), la rusofobia puede ser muy contagiosa. Debe quedar claro que condenar una guerra y apoyar a quienes la sufren no es lo mismo que desacreditar y quitarle sus derechos al pueblo que pertenece al país agresor”.

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